La civilización que no se pregunta

Paulo Rosenbaum, médico y escritor - Diario de Brasil 
Traducción: Ana Contrera anacontrerareyes@gmail.com

El genial sistema tutorial celebrado por Sócrates, pero ya presente en tradiciones más antiguas como la enseñanza talmud o escuelas orientales, jamás fue superado por ningún otro método pedagógico. La mayéutica (del griego maieutikos, hacer nacer las ideas) es el arte de instigar al alumno a formular conceptos latentes y establecer conexiones con la realidad mediante una secuencia dialéctica de preguntas. Es así que pasó a ser una virtud más interesante que dar las debidas respuestas. En un mundo tensionado por inmediatismos esta forma de razonar perdió fuerza. Estamos en falta con el profesor ateniense, especialmente si consideramos que esta forma de educar le costó la vida.
Ha sido praxis política intentar encontrar respuestas antes de formular las preguntas. Sin preguntas, las respuestas nos llevan a cometer errores. Internaciones compulsivas, decididas a las apuradas, intervenciones policiales contra la droga ante la pandemia que se instaló en el país, el clamor nacional que pide la construcción de nuevos hospitales, planes de seguro de salud que se ofrecen por miles. Todo esto sucede sin que se discuta qué es la salud para la sociedad? Para qué y para quién vivimos? De donde surge tanta insatisfacción?
Qué estamos haciendo con nuestras vidas? Cuáles son y cómo nos afectan las cuestiones políticas? A veces, es decir, muchas veces, al punto de hacernos enfermar. Y para qué sufrimos tanto? Porqué éste o aquel se consagró vencedor? A pesar de que vivimos en una comunidad, no construimos igualdad o solidaridad. No solamente la violencia cotidiana nos impide vivir en paz, aunque sea una forma de casación blanca de la ciudadanía, hoy instaurada con plena vigencia.
La dificultad de encontrar lo saludable hace que nuestras vidas sean aisladas y apartadas. El obstáculo se encuentra esparcido en una vida pulverizada, dirigida por la materia y pautada por necesidades creadas. Así como la especulación financiera del capitalismo accionario reduce las perspectivas de producción, la vida gana menos valor cuando no hay porqué luchar.
Las mayores tasas de suicidio dl mundo están sorprendentemente localizadas en los países escandinavos, el mismo lugar que concentra el mayor índice de países con IDH elevado. La paradoja está planteada. El aislamiento, la soledad y una vida sin  tribulaciones parecen llevar al tedio crónico, mientras la inseguridad, la inestabilidad y la falta de perspectivas nos llevan a las puertas de la depresión. Para uno y para otro, la solución planteada es mayoritariamente medicinal, inducida por fármacos psicoactivos legalizados, drogas ilegales o entonces el viejo y querido alcohol.
Los médicos y terapeutas son quienes reciben en ese almacén todas esas heridas sociales. Es allí donde las personas se quejan, siempre y cuando haya tiempo de que formulen frases enteras, lo que los políticos intentan saldar al por mayor, ellos llegan a los hospitales, ambulatorios, clínicas de SUS y consultorios privados. Se nota una especie de plaga  psíquica generalizada que hace con que el 70% de las clínicas generales (datos de 2005) prescriban psicofármacos con increíble regularidad.
Siempre nos queda la duda de si la humanidad en fin reconoce que cayó y deprimida, necesita aplacar sus demandas con drogas.
Hay alguna originalidad en esta respuesta?
Claro que en sus más variadas formas, las sustancias también cumplen su papel social, ritualizador, catártico, relajante. Como se ve, necesitamos reiteradamente analgésicos psíquicos. Es posible aceptar que la división entre drogas lícitas e ilícitas es arbitraria, pero será la solución liberar las ilícitas? Los estudios son ambiguos y contradictorios para el que no sabe que absolutamente todos los fármacos y sustancias medicinales y alimentarias de este plantea presentan, intrínsecamente, ventajas y desventajas. Depende de quién la usa, para qué la usa, cuánto usa. Necesitamos saber quién es el sujeto, conocer sus idiosincrasias, para solamente después, tal vez saber porqué solicitar su carné de usuario.
El punto de inflexión aquí es que la medicina y las terapéuticas buscan, y la mayoría de la veces lo malogran, minimizar el sufrimiento humano. Y necesitamos pensar si la sociedad, de la forma en cómo está constituída, permite que seamos. Que seamos como sujetos. El problema central es intentar minimizar el sufrimiento en una sociedad que lo exalta. Ah no? Qué pensamos de matar un león por día? Cómo nos sentimos bajo amenaza? Qué significa vivir, permanentemente bajo competencia? Cómo reaccionamos al encontrarnos con tanta disparidad económica? Y qué tal, desentrenados que estamos para la depredación, la sensación compulsiva de vivir en la selva?
La respuesta solamente puede ser otra pregunta: cómo llegamos a esto?
Esta es una civilización que no puede dejar que los ciudadanos ejerzan sus individualidades. La peste emocional circula tal cual una enfermedad altamente contagiosa. Sí, hay un contagio metafórico, y no solamente existe sino que invade como los microorganismos patógenos más peligrosos. Esta es una civilización que no se pregunta. Se erige sobre seres anónimos que no pueden, ni quieren ejercitarse como sujetos. Pero es claro que hay un costo alto para semejante imposibilidad o renuncia. Para el que no ejerce la creatividad es su propia arte quien paga. Buscar una lugar al sol, salir del anonimato, hacer circular nuestras ideas, y contar con la benevolencia de la expresión, son las protecciones viables en la era general de la falta de delicadeza.
Más que nunca, necesitamos salvaguardar el arte para que la creación tenga sentido. O no?


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